Hoy empezamos a recorrer la ciudad como es debido. Encaramos rumbo a Buda (vieja ciudad que luego se unió a Pest) para visitar el Castle Hill que es lo que queda de la antigua ciudad amurallada. Arquitectura espectacular, bastante femenina y europea al mango.
Almorzamos en unas mesitas cual picnic y seguimos a la Citadella, donde realmente comenzó la aventura... En el momento que pusimos pie en el primer peldaño (a esta altura no hace falta aclarar que el mayor atractivo en las ciudades europeas siempre está hacia arriba) el cielo se nubló y tronó. Cayó la primera gota e ilusas creímos que se trataba de un chaparrón, por lo que seguimos adelante sin dudarlo. A los quince minutos caían soretes de punta, diluviaba como en Brasil en sus mejores derrames tropicales. En el medio de la escalada todavía creíamos que iba a parar en cualquier momento. Hace falta decir que sólo paro una vez que llegamos a la cima? Y que entonces empezó a soplar un viento huracanado que nos secó en cuestión de segundos?
A esta altura, muertas de frío, nos reíamos del pedo de cansancio que teníamos encima... bajamos cuidadosamente la montaña (lo único que nos faltaba era patinarnos cuesta abajo) y volvimos a la ciudad. Hicimos el merecido paseo por la calle Vaci (shopping a full) donde incursionamos en nuestra primera compra: un par de shorts (blancos para Millie y negros para Polin) por la módica suma de 7 Euros cada uno (no vale hacer la conversión al peso).
Recién paró de llover en el momento en que atravesamos el umbral del Hostel (parece ser la costumbre por estos pagos) y aprovechamos para hacer uso y abuso de Internet. Entre mails, blogs, picasas y llamados se nos fue la tarde.
Comimos pastas a la Paprika (condimento favorito de este pais) y nos metimos en la cama temprano... el sol sale a eso de las 6am y el cuarto no tiene cortinas.
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