Arrancamos el dia muy tranquis porque sabíamos que teníamos todo el día para no hacer mucho... Empezamos por la obvia escala en la Estación de tren para comprar los pasajes y no se me ocurren expresiones finas para explicar lo que nos sucedió... cuestión que terminamos pagando algo de 65 euros para viajar a una ciudad a 250km de distancia. Sin hacer puchero (no tenemos otra opcion) partimos rumbo al castillo que se erige por sobre la ciudad... cuesta arriba una vez mas, quién lo hubiera dicho!
Y de ahí nso dimos nuestro segundo treat del viaje (el primero fue el Starbucks en Frankfurt): nos fuimos de shopping. Teníamos que hacer tiempo, el día estaba feo y no había nada que nos quedara por hacer en Bratislava...
Debo decir que el saldo favorable de un par de remeras y varias anecdotas nos levantó el ánimo y volvimos caminando al hostel a "cenar", buscar nuestras mochilas y partir rumbo a la estación una vez más (nuestro tren salía a las 22.40).
A las 22.27 seguiamos esperando al Tram que se dignaba a no aparecer, pero con buena onda y un par de corridas llegamos al tren a tiempo. La estación, contra todos nuestros pronósticos, estaba atiborrada de gente, lo cual la hacía mas segura y cálida (la temperatura no dejaba de caer y lloviznaba).
Sin embargo el highlight del dia fue el capo del guardia de nuestro vagón que en vez de hacernos escalar a nuestros catres (nos tocaban las camas de arriba del todo de una fila de tres), nos dio un camarote para nosotras solas, nos recomendó que trabaramos la puerta para que nadie nos molestase, y después de darnos sabanas y frazadas partió y nunca más lo vimos.
El tren es de una comodidad espectacular, sobretodo si no compartís "cuarto" con mas gente. Es algo que en la mente del argentino jamás entrarñia... ya veran las fotos en el Picassa.
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